Le arañé en el cristal desde el tren buscando una última mirada bajo su gorra de pandillero. Hace un segundo me preguntaba quièn es ese chico que camina como si tuviera que retar hasta los muros. La tapia de la estación le observa impasible al alejarse, y yo me compongo en el asiento mientras sus pantalones de chándal se mimetizan en la noche. ¿Dónde vas chaval? Me entran ganas de decirle. Se volatiliza antes de que grite su nombre.
Ana Ruibarbo texto
La imagen es de mil novecientos y algo.
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