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sábado, 3 de abril de 2010

Misterioso suceso en un acto político transcurrido durante un congreso secreto







Arropados por la noche y despojados de su identidad virtual acuden de una parte representantes de todos los partidos políticos, y de la otra una comisión de bases de los mismos. La reunión, ultra secreta, no desdice de cualquier trama de corrupción avenida en lo más íntimo de un próspero nido de amor.
La subcomisión de bases especula con que esta llamativa actuación de “buena fe” también acabará en agua de borrajas, idéntica a las anteriores legislaturas. El taquígrafo recoge las apuestas con un mutismo cómplice, las bolsas de basura en la puerta.
Se abre la comisión para investigar un hecho preocupante. Los representantes del pueblo temen esa dichosa frase que asola las paredes de Internet, las de los periódicos locales y sus respectivas sedes: “TODOS LOS POLÍTICOS SON IGUALES
¡Qué barbaridad!, comentan. ¡Qué desinformación! Y sus narices se expanden, se atoran en la pared , y como un muelle redundante regresan a meterse en la boca “pequeña, muy pequeña” con la que proponen tomar cartas en el asunto para combatir la baja fe del electorado. Entienden que con esto de la crisis la autoestima se haya tirado al suelo y pase que aún esté pataleando, pero la fe dice uno con su dedo índice elevado al cielo, nunca se debe perder.
Amén , responden al unísono el resto mientras se frotan las manos.
Sigamos después del café. Posan la tarta mientras dilucidan cómo abordar la corrupción en el tema urbanístico. Se divide en líneas impolutas a medias el pastel. A la mesa de las bases llegan atractivas migas expoliadas adornadas con un lazo, el aroma como una resaca, y alguna que otra invitación como reporte.
Con la boca llena de dulces promesas se propone un pacto para arremeter contra una gestión ineficaz de la prensa que provoca esa confusión inexplicable en el electorado. Se destituye a sus respectivas agencias de publicidad para retomar otras de similar connivencia.



Surge un acuerdo, único punto que sellarán los representantes y se expande nítido sobre la mesa aconsejados por las agencias de seguridad: Por primera vez deberán firmar con sangre, que se note una expresión de compromiso que conmueva al espectador.
Se encienden las cámaras y aparecen en la escena con el pulgar impregnado de una gota púrpura dispuestos a firmar “El Manifiesto” cuyo único punto asevera:
Juro y firmo con mi sangre apoyar este pacto conchabado por la gestión de la transparencia.
Y si no lo cumplo que desaparezca.


Uno a uno signaron el documento, la luz del amanecer se desparramó a través de las ventanas invadiendo la sala, cubrió todo el espacio. Al cabo de unas horas los guardias de seguridad alertados por el silencio contumaz entraron y descubrieron la inexplicable desaparición.

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