Mis relatos son los ecos del entorno donde habito, residuos de la memoria que coloreo al antojo de este instante llamado mañana, ahora, ayer fundidos con tu respiración al leerlos.
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jueves, 3 de agosto de 2017
Stela para la historia
Y las estrellas giraron hasta encontrar su camino.
Je veux voir coucher le soleil une autre fois plus.
El viento despierta a los augures de sus lechos.
Hay Vestales con los ojos abiertos sujetando el templo de la razón.
Se oye decir ! Oh my Good! Mais ninguém responde.
El canto de la sirena hiere la roca en la plenitud de la noche.
Bautizaron sus miedos con un diptongo. !Así de rápido se puede pedir auxilio!
Mas la Osa mayor corre sin encontrar testigos.
Orada el pasado los surcos del deseo: deseo y miedo.
Surge la voz del artesano que crea dioses y mitos de barro.
Si puedo contarte esto es que ha nacido el pensamiento abstracto.
Je veux voir lever le soleil une fois plus,
une fois plus je veux
vous raconter dans mon stela Génesis et fin.
Stelas para la historia
lunes, 10 de abril de 2017
Misivas en el tiempo. Caminus stelae
Tres caballos han atravesado las pilastras de la villa, escrito en una se lee: 1919 leguas a Roma, pero solo uno descabalga y avanza sin armas. Los siervos salen a recibir al viajero.
-¡Ave!
-¡Ave! Necesito ver al señor de la casa, dominus Aurelio.
El siervo mejor vestido lo observa con cautela, levanta una mano y dos guardias lo acompañan al interior de la vivienda. El olor de los nardos les guía, acceden a un patio de columnas marmóreas. En la estancia, hay además un estanque con carpas, un pequeño jardín y detrás una mesa. Entre la vegetación un hombre de unos treinta años con una hermosa túnica los observa entrar. De pronto, a varios metros de la mesa, los guardias se detienen cortando la marcha al viajero. Este saca de entre sus ropas un pergamino enrollado y lo entrega, intenta girarse, regresar pero estos -con un solo gesto- amagan el movimiento. El hombre de la túnica permanece de espaldas frente a la mesa cuando lo desenrolla.
¡Ave Aurelio!
Canta albricias pues está será mi última misiva. En breve zarparemos desde el puerto de Ostia, atravesaremos el mediterráneo, y en tres meses, si los vientos nos son propicios, me tendrás de vuelta en la casa de nuestros ancestros…¡Por fin volveremos a vernos, amigo, después de 20 años!
Aurelio no sigue leyendo, sus manos tiemblan, y toma asiento. Luego se levanta, se gira, y el viajero descubre la piel roja, igual a las carpas, y el sudor que cae profuso desde su frente. Cabizbajo, Aurelio murmura negando con la cabeza: ¡Tres meses es mucho tiempo! ¡Demasiado tiempo! Ahora su voz tiembla: ¡Que la tierra me sea leve!. A un movimiento de su dedo índice le acercan una tablilla con cera templada, toma el punzón y escribe:
¡Ave Marcus!
Te estaré esperando al pie de la calzada, lee las estelas.
Misivas en el tiempo
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