lunes, 10 de abril de 2017



El viento, y esto es muy raro, se convierte en un ancla, araña la costra de lava, desentraña las oscuras mentiras mientras las pieles se curten y las ardillas se esconden o las musarañas penetran la carcasa de escoria.
El viento acompaña los cuerpos, los recorre y procura moldearlos con regocijo. Está acostumbrado a que todos se resistan, no le importa, pues tiene un ojo para las caricias y otro para ventiscas.


Se mantiene férreo sujeto a su idiosincrasia, ligado al conjuro de los elementos, y es éĺ es que consigue encaminar a los hombres a la tierra, desviarlos del mar, sostener su imagen de seguridad
entre refugios efímeros.



Te llevaré donde nunca fuiste

por Ana Ruibarbo, texto e imagen.

30 ma


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