Ayer vi un pájaro enredado en el alféizar de una ventana. Estaba rodeado de barrotes que le impedían salir y a los de afuera entrar. Él llamaba y yo le repliqué. Eran casi las doce y el sol nos alentaba con su candor. Toledo descendía desde los vestigios de su fortaleza, expandiéndose. Su esplendor se había reinventado al conservar la historia; podías comprobarlo al picar puerta por puerta. Y era una ciudad hermosa. Sin embargo no me cupo duda de que entre las rejas se guardaban secretos y creencias a las que nunca tocaría la luz. Y me pregunté de qué lado del enrejado estaba yo.
Imagen: David Gray 1970
Texto Ana Rico - Ruibarbo.
Mis relatos son los ecos del entorno donde habito, residuos de la memoria que coloreo al antojo de este instante llamado mañana, ahora, ayer fundidos con tu respiración al leerlos.
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1 comentario:
Hay ciudades que te persiguen en la memoria incluso antes de conocerlas. Yo había oído hablar de ellas desde mi niñez; de sus callejas empedradas que bajaban reptando un gran monte, de la historia de sus piedras esculpidas por el paso de romanos, germanos visigodos o árabes, la escuela de traductores y su afortunada biblioteca, pintores como el Greco. La gracia de su acento exhala recuerdos del viejo Tajo, omnipresente, tan sinuoso como su propia forma de hablar.
Y de esos recuerdos de otros pasé a los míos propios en una de mis visitas, por eso surgió ese texto.
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