Bajo las lámparas de la panadería la luz se balanceaba tintineando una canción. Nadie supo por qué Matilda eligió precisamente aquel ex-vagón de mineros para montar su tahona prefabricada, pues él, ajeno a su nuevo oficio, o quizá por nostalgia, de vez en cuando endulzaba el pan con una pizca de carbonilla.
Cadencias de una cuenca minera
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