lunes, 11 de diciembre de 2017

La tormenta Ana





Cuando el viento amaina el silencio provoca una interrogación, nos miramos a los ojos y contenemos la respiración quietos. Al cabo de un rato el tejado vuelve a carraspear en medio de la noche, y las tejas parecen pasearse encima de nosotros, aún con la luz encendida perseguimos sus movimientos mirando el techo paso a paso, paso a paso, pas ... o , son las ocho y ya estamos en la cama, en velacama, y la noche promete ser herrumbrosa, los minutos se van dejando caer en el precipicio de la oscuridad, quizá no sean tejas y si el paso de escobas, escollos, ripios de hecho aún por limpiar, escamas que debiéramos habernos quitado hace tiempo para sentir la humedad, para no temer al tiempo las cadenas del silencio o el implacable pepito grillo de un vendaval invernal.



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