El sonido de los barcos sale hacia lugares marcados a escuadra en un plano, sale sordo y escalado, sale decidido y confiado, y poco después vemos al monstruo dejando el puerto y lo que parecen pequeñas ondas disgustadas, lanzadas hasta la costa. Estelas de agua chapotean contra el hormigón, y a lo lejos se desplaza tanta, tanta masa de agua en disturbio, descontenta, en refriega, que temes ... .. . Es así que al alcanzar el muro, la arena, tus pies, dice: SPLASSS...
Cualquier objeto; sea animal del capital o cosa sumergido en el agua genera un impacto y cambio en el volumen original -como decía un griego llamado Arquímedes- aunque él hablaba específicamente de la masa desplazada, y eso es lo que me interesa. ¿Cuánto pesaría un monstruo adentrándose en la oscuridad si cinco minutos después el mar aún acusara el cambio de rumbo en sus olas? Aquel graznido grave surgió de la profundidad como un aviso a navegantes, a inquilinos del océano. Ahí iba él con sus miles de kilos a conquistar las aguas, verter sus detritos, a desafiar a los más grandes, a pervertir el horizonte, el paisaje. El invasor ni siquiera poseyó conciencia de su hazaña, su cabeza portaba un cerebro reptiliano, diseñado con un mínimo código binario; era un dinosaurio del transporte de la chatarra, sin embargo yo -a punto de alcanzar la medianoche-, aún puedo imaginar sus fauces antidiluvianas consternando el vaivén de nuestros -platos - sueños.
Cualquier objeto; sea animal del capital o cosa sumergido en el agua genera un impacto y cambio en el volumen original -como decía un griego llamado Arquímedes- aunque él hablaba específicamente de la masa desplazada, y eso es lo que me interesa. ¿Cuánto pesaría un monstruo adentrándose en la oscuridad si cinco minutos después el mar aún acusara el cambio de rumbo en sus olas? Aquel graznido grave surgió de la profundidad como un aviso a navegantes, a inquilinos del océano. Ahí iba él con sus miles de kilos a conquistar las aguas, verter sus detritos, a desafiar a los más grandes, a pervertir el horizonte, el paisaje. El invasor ni siquiera poseyó conciencia de su hazaña, su cabeza portaba un cerebro reptiliano, diseñado con un mínimo código binario; era un dinosaurio del transporte de la chatarra, sin embargo yo -a punto de alcanzar la medianoche-, aún puedo imaginar sus fauces antidiluvianas consternando el vaivén de nuestros -platos - sueños.
Perversiones Medio Inusitadas
Texto e Imagen Ana Rico- Ruibarbo
Texto e Imagen Ana Rico- Ruibarbo
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