Se desnudó en el silencio de la habitación, las ropas cayeron en un vuelo liviano en el trayecto a la ducha, dejó la puerta abierta y desde la cama un zumbido de agua parecía chocarse contra la silueta.
Elena regresó con las gotas resbalando ingenuas sobre la piel y el pelo enredado en la toalla.
-¡Ya estoy aquí!
De nuevo la puerta se abría y la joven se esfumaba para volver vestida y sudorosa, con el ceño de los días de agotamiento. La chaqueta caía sobre una silla, sin maneras, y la blusa se desabrochaba como un arrollador tranvía restándole emoción, los zapatos saltaron disparados para acabar en motín debajo de la cama.
Impávido observó y movido por un impulso irrefrenable, consciente de que en ninguna de las ocasiones llegó a tocarla, se levantó inquieto de un salto, y cayó frente a frente mientras ella ya desprendida de la falda se encaminó al aseo, al cruzarse con sus manos reapareció en la puerta de nuevo.
Y todo comenzó otra vez, confuso Luis no recordaba el final de la historia, los retazos grises se apilaron como piezas de un rompecabezas en el armario; el podía tomar uno y encajarlo, ella regresaba incesantemente a aquel cuarto del hotel. Analizando la historia se dio cuenta de que no la conocía de antes, ni siquiera supo por qué la nombró como Elena, admitió su preferencia por aquel nombre y el colapso en su cabeza disminuyó la presión, fluyeron poco a poco más recuerdos ¡Por fin! Exultante se propuso salir de aquella habitación y avanzó en dos zancadas hasta la puerta. Amagaba el contacto con el pomo, asustado patinó con una cera invisible. Cerró los ojos mientras inspiraba -se concentraba bien-, y colocó la mano para asirlo con fuerza.
La puerta se abrió, Elena volvía a entrar. Luis no atravesó el dintel de aquel dormitorio, se hallaba sentado en la cama con el albornoz abierto a la altura de las piernas.
La puerta se abrió, Elena volvía a entrar. Luis no atravesó el dintel de aquel dormitorio, se hallaba sentado en la cama con el albornoz abierto a la altura de las piernas.
Sudoroso contempló pasar de nuevo la escena …
La autora de la foto Melanie Rodríguez
Texto publicado por la Revista Barcarola en 2015
6 comentarios:
Sencillamente perfecta. Me ha encantado la entrada.
Besoss
Gracias Garearon, pocas veces alguien te dice "perfecta".
Un abrazote.
Especie de danza eterna sin final aparente. Laberinto donde ella y él permanecen en estado inasible. Ha dolido el desencuentro, dulcemente. Beso!
Le he dado muchas vueltas a este texto... es como un ¿bucle? Así se me antoja, fascinante, no?
felicidades a la fotógrafa y a la escritora! Al terminar de leer se me ha quedado un cuerpo extraño... pero la sensación es agradable!
Besos y abrazos
Víktor
Gracias a todos, por estar y leer, por pensar y escribirlo.
Un gran beso.
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