¡Amor! ¡Amor!
¡Amor! ¡Amor!
Irrumpes en las sábanas descolocadas y silbas en mi oído el último hálito de oscuridad.
-Es tarde, ya amaneció.
El calor que tu cuerpo exhala se despide de mi, te persigue rumboso y susurrante por la alcoba, izo mi brazo y rozo la estela de tu olor, las gencianas se desperezan estirando sus pétalos. Muda la cortina aprovecha para mudar de color; blancas, alpinas, detrás se vislumbran las cumbres del Teleno.
-¿Me dejas? ¿Dónde te vas?, -ya sé que no me escuchas, rechinan los esquis abrazados al resto del equipo en la moqueta mullida y silenciosa del pasillo.
Una pareja se despide frenética en la otra habitación, los suspiros deshielan el casquete polar al ritmo vertiginoso que la cama se azota hirviendo a la pared, el cabecero jocoso emite un jaja jaja jaja ¡ja!
Y tu regresas ausente a mi pensamiento en una nube de cielo cantueso, miras por el ventanal y la sonríes, le haces gestos sutiles con el dedo.
Los copos se balancean como danzarinas a puntas de pie, -y antes de posarse se observan en mis pupilas-, albinos a través del vidrio pegan sus manitas frías, abren los dedos, los ojos y la boca y se derraman en cristales fundidos como notas acusosas distendiéndose, frotándose al calor que los difumina.
Efímeros y preciosos, se despiden en ese llanto de cuerda violín.
-¿Cómo no lo comprendí antes?-. Me abrazo al almohadón que se resiste a mi énfasis y de un salto abro la balconada. Azul tu silla jalea al teleférico, se columpia en un ris ras ansisoso, escala las sierras de los picos y tiembla deleitosa ante la promesa de la cima.
Siempre tu amante escondida tras la nitidez del cristal, y yo en la más evidente oscuridad .
Más viajeros a cuestas con sus relatos.... en casa de Gus
La imagen de la mujer de Matilde Alonso
La pintura es de Edward J.Reed